El suelo debe estar constantemente húmedo, pero no inundado, porque esto hace que la Columnea pierda su habilidad para absorber el agua, por lo que sus hojas basales se pongan amarillas y se caen. Asimismo, la caída repentina de todas las flores es un indicativo de que se ha abusado con el riego.
Por ello, es recomendable regar la planta lenta y suavemente (en forma de lluvia), una vez por semana en verano y cada 15 días en invierno. Cuando las hojas de la Columnea se presentan secas y arrugadas, es señal de falta de humedad, por lo que se recomienda pulverizar la planta con agua, evitando mojar las flores.
Es importante tener en cuenta que después de la floración se deben reducir los riegos para que la planta descanse durante el invierno y vuelva a florecer con fuerza en la siguiente temporada.
Un consejo útil para mejorar la eficiencia del riego, oxigenar la tierra y prevenir la aparición de hongos en estas plantas de interior es remover el sustrato de la maceta periódicamente con una pequeña horqueta.